“El orgullo de hablar español” (Ensayo – Premio “Gente de Letras” – 2005)
Por Lic. Elsa Cristina Bustos -
En su libro "Babel y el Castellano", editado en Buenos Aires en 1945, Arturo CAPDEVILA , maestro de las letras argentinas y quien fuera en vida docente preclaro de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, entre otros muchos méritos desconocidos por las nuevas generaciones de escritores, afirma que "nunca pude en rueda de españoles e hispanoamericanos, dejar de sentir una honda emoción de fraternidad". Y subraya que en aquellos grupos ninguno hablaba el castellano por imposición tiránica u otra humillante necesidad, "todos -dice- en absoluta certeza, lo teníamos por propio, íntimo y muy legítimo bien".
Años atrás, en 1973, con el beneficio de una beca de Aktion Adveniat (Alemania) pude acceder al posgrado del CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo y Comunicación Social de América Latina), en Quito, Ecuador, y captar una dolorosa realidad lingüística mediante una batería de encuestas formuladas por los profesores de UNESCO, de quienes depende ese Centro y realizadas por todos los integrantes de nuestro XIV Curso.
No resulta estéril rememorar aquella experiencia en estas nuevas coordenadas de tiempo y espacio para acercarme más al ideario del Maestro Capdevila, como lo registré en alguna de mis anteriores publicaciones. (BUSTOS, Elsa Cristina "La pulsión de la censura", Ed.CID, Bs.As.1994).
- "¿Usted es blanco o natural'
- "Natural, patronita, natural".
- "Y que idioma le gustaría que aprendieran sus hijos? ¿Español o quechua?"
- "¡Inglés, patronita, inglés!"
Aquel diálogo a más de 3000 metros de altura nos dejó más helados que el viento cordillerano. Estábamos en la provincia de Imbabura, Ecuador, realizando una investigación ideada por UNESCO-CIESPAL sobre el efecto de los medios de comunicación masiva en áreas marginadas de distintos centros urbanos artesanales, en este caso la ciudad de Otavalo.
La encuesta fue descubriendo entre aquellos vericuetos montañeses que conducen a pétreas y blancas viviendas de tejedores de ponchos multicolores de lana cardada a mano y tinturas de ignotas recetas vegetales, donde no permiten el acceso a los agentes del Censo gubernamental, "porque no nos gusta que nos cuenten como a los animales", resultados tan insólitos como alarmantes.
"¿Qué estudios ha realizado?", preguntamos a través de nuestro intérprete-guía, un maestro de habla quechua, a jóvenes y adultos de edades indefinidas.
La respuesta era siempre la misma. "Seis años de "escuela blanca", mi reina" ¡Seis años de escuela primaria en español! Sin embargo, esa gente había olvidado -¿o borrado?- todos sus conocimientos de ese idioma, para volver a hablar en su idioma natal, el quechua, mientras soñaban con que sus hijos aprendieran inglés para comerciar sus tejidos con "los gringos", esos turistas que tenían los mágicos y poderosos dólares que los deslumbraban.
Los resultados de la investigación registraron la verdad comunicacional de aquella población: todas las familias poseían equipos de radiofonía de última generación, pero ninguno de sus integrantes supo contestar nunca qué escuchaba en ellos. Solo contestaban "música", "deportes" o "noticias", sin poder definir cuál tipo de música, deportes o noticias eran esos. Como tampoco el nombre de su país o los colores de la bandera nacional aprendidos en la escuela.Y pudimos enterarnos que se dieron casos de mutismo selectivo en algunos niños, presionados entre las expresiones de su lengua natal y "la de los blancos".
La conclusión es sencilla: en un mundo abrumado por el exceso de información, esa comunidad ecuatoriana, como tantas de Hispanoamérica, permanecía en la más completa y dolorosa desinformación, no por carencia de instrumentos de comunicación social sino por fallas en el mensaje recibido y su código de transmisión: el idioma.
Con esta experiencia y posteriores estudios, proclamo mi orgullo y alegría de pertenecer a la gran comunidad hispanoparlante y manifiesto la convicción de que a través de nuestro idioma común, será posible establecer lazos indestructibles de fraternidad y solidaridad entre las naciones que la componen. Provista de esta tesitura, intentaré seguir al Maestro CAPDEVILA para historiar los avatares del idioma castellano en Argentina, hasta arribar a esta etapa de globalización, consumismo y transculturización.
Amor controvertido
Las guerras de la Independencia dejaron un amargo resabio colonialista en los criollos de fines del siglo XIX. No había líder político, militar o religiosos, que no manejara con igual soltura y bravía actitud, tanto la espada como la pluma. Todos o casi todos, fueron periodistas, habida cuenta de que el periódico era el único medio para dirigirse a grupos sociales mayoritarios, y se dio en Buenos Aires hasta la increíble circunstancia de que el periódico oficial -"La Gazeta"- polemizara consigo mismo, según el director que lo rigiese cada semana.
Claro está, que el periodismo de entonces no podía dejar de ser combativo y hasta sedicioso, porque el clima tórrido de las pasiones políticas no hubiera dejado cabida a la idea de "objetividad informativa", implantada años después por las corrientes del liberalismo. Mas pese al resentimiento con la Vieja Madre Patria "castradora y tiránica", todos los comentarios, críticas, panfletos o simples hojas clandestinas, estaban escritas en idioma español y no en dialectos o regionalismos de algunas provincias integrantes de la Confederación, ya que los próceres de nuestra tierra se habían nutrido de las enseñanzas de las más selectas universidades de España, o de las de Charcas y de Chuquisaca primero, y de Córdoba o Buenos Aires después, en las que la lengua de Cervantes constituía un ineludible y venerado modo de comunicación.
Al decir de Capdevila, "la literatura crepitó mezclada con la pólvora" y estoy en condiciones de aseverar, que la literatura argentina nunca dejó de demostrar esta especial característica. Porque está plena de ejemplos de valentía y resistencia ante los reiterados ataques a la libertad de expresión o al avasallamiento de cualquier otro derecho humano. La pólvora nunca se humedeció con lágrimas de cobardía o resignación y las bocas de los cañones rugieron al igual que las vetustas máquinas impresoras escondidas en sótanos tan profundos como el sentimiento patriótico de quienes las manejaban.
Superficialidad hispanofóbica
Recuerda el maestro a quien seguimos, que "es necesario para el apaciguamiento un ambiente de mucho olvido; es necesario que ningún soplo inoportuno desnude a la brasa de su lenta ceniza". Y en América hubo frecuentes ráfagas, intervenciones poco hábiles de España en el Pacífico "y ese inacabable relampagueo hacia el lado de Cuba, que renovaban la atmósfera de la mal pasada tormenta". Así, rememora sus nueve años de edad en su Córdoba natal, cuando desenvainó su habitual espada -obviamente de lata- contra un distinguido caballero español, al grito de "¡Cuba libre!".
Los intelectuales del siglo XIX sufrían de hispanofobia. Mal que no solo afectaba a su visión de España sino también a todos sus productos, especialmente su idioma. Entre ellos, sin duda, los que más se ensañaron fueron Sarmiento y Alberdi, que llegaron hasta la blasfemia y el deseo de orfandad buscando en otras lenguas donde abrevar su modo de discurso.
Alberdi proclama. "Es evidente que aún conservamos infinitos restos del régimen colonial...ya que los españoles nos habían dado el despotismo en sus costumbres oscuras y miserables". En cuanto al castellano, afirma casi axiomáticamente que "es una lengua que nuestra patria no quiere hablar". Su pensamiento no acepta la realidad de la emancipación política y la continuidad del colonialismo literario. Y sin darse cuenta del peligro de su movimiento pendular impulsado por el frenesí de su juventud, agrega: "En las calles de Buenos Aires circula un castellano modificado por el pueblo porteño, que algunos escritores argentinos, no parecidos en esto a Dante, desdeñan por el castellano de Madrid". E insiste que es ésta "una lengua de la mayor perfección filosófica..."(...) "aproximarnos a esta forma por las imitaciones francesas es acercarse a la perfección de nuestra lengua" (...) " y llegar a imitar a una lengua perfecta es imitar un pensamiento perfecto".
Pero sin duda Alberdi representa lo que Capdevila llama "la izquierda echeverriana", pues fue Esteban Echeverría quien comenzó a ahondar en esta materia con mayor equilibrio que el autor de las "Bases". Su voz sonó firme sobre el Río de la Plata: "No nos hallamos dispuestos a imitar imitaciones ni a buscar en España ni en nada español el principio engendrador de nuestra literatura que España no tiene ni puede darnos". Tal aseveración debe entenderse dentro de un claro contexto: los americanos aceptan de España el legado de su idioma, más a condición de mejorarlo, de transformarlo progresivamente hasta la emancipación. Por ello Echeverría recomienda no adulterar "con postizas y exóticas formas su índole y esencia, ni despojarlo de los atavíos que le son característicos". Y de allí sostiene Capdevila, que la doctrina de Alberdi no fue sino la interpretación exaltada de los postulados de su amigo y maestro.
Sarmiento: cambiar por decreto
Si Alberdi llegó a estas instancias, hasta dónde no sería capaz de llegar Domingo Faustino Sarmiento, el loco genial, un hipertípico írrito, según definición de algún psiquiatra, que no temía gritar y golpear la madera de su banca de diputado porque "traigo los puños llenos de verdades".
Sarmiento fue ante todo un educador, aún desde el libro o el periódico. Quiere salvar la civilización en el Plata y no encuentra la respuesta en su lengua. Juzga, sin más ni más, que el idioma castellano se ha convertido en un instrumento inútil que debe abandonarse. "España que anda a vueltas entre revoluciones y motines no le puede servir -explica Capdevila- ; acabemos entonces con España sostiene Sarmiento". Y la da por muerta. Le parece que después de Cervantes ni el ingenio, ni el gusto, ni la novedad hallan lugar en la literatura de la Península. No hay nada que esperar de la lengua castellana.
"Tenemos que ir a mendigar a las puertas del extranjero las luces que nos niega nuestro propio idioma", vocifera el ilustre sanjuanino a quien la religión del progreso lo cuenta entre sus adeptos. Cree, desde sus dogmas, que el español "se ha vuelto un dialecto inmanejable para la expresión de las ideas". En tal idioma muerto, España solo dejó para él un enorme caudal de ignorancia. Bien quisiera, con su afán de "educar al soberano" hallar otro modo de comunicación: "Hay lenguas gubernativas...El castellano no es lengua de gobierno". Y está seguro de que en el castellano solamente hay palabras huecas, no ideas. "Agricultura en castellano, geología en castellano, hablar de arcos y de inventos en castellano...¡un diablo! Esta lengua es un viejo reloj herrumbroso que marca todavía el siglo XVI. No dejará nunca de marcarlo". Este es el mensaje de Sarmiento, su febril obsesión, desde 1842 hasta 1870.
Fin de la exaltación utópica
Casi contemporáneamente pero en otras latitudes, Guillermo de HUMBOLDT (1767-1835) ,en su ensayo "Las lenguas del Nuevo Continente", se preocupó por el idioma donde -dice- "el alma de las naciones encuentra su expresión más elevada".
En la referida obra opina también que "el pueblo disfruta de esa influencia benéfica y, además, diariamente se sirve de las mismas palabras y de las mismas frases, por cuyos recursos percibe el hombre ordinario matices más finos y guarda contacto con lo que, en muchos aspectos, se encuentra encima de él".
Para Humboldt el lenguaje es una forma de ascensión del pueblo "desde el fondo mismo de sus pensamientos y sentimientos". Y no dudó en afirmar: "Uno de los cuidados más importantes de quienes dirigen la instrucción pública de un país es el de conservar el lazo del lenguaje, que es el medio que torna tan libre y fácil la comunicación entre las diferentes clases de la sociedad". Con euforia insiste sobre las lenguas: "Son compañeras de nuestros goces y alegrías, testigos fieles de los más secretos movimientos de nuestra alma: las lenguas atraen hacia sí y una parte de nuestra vida, la conservan y trasmiten y establecen una honda armonía entre los que, aún en regiones distintas, pertenecen a una misma nación".
Nuevamente bajo la Cruz del Sur, hallaremos que muchos autores insistirán en sostener que tanto Echeverría como Sarmiento y otros, llegaron a hablar de una lengua primitiva de los argentinos. Y sobre este asunto explica Capdevila "no faltó durante larga época, la vaga creencia en un idioma nacional, ya porque se le supusiera en formación, ya porque el patriotismo condujese a desearlo".
Al hacer con Capdevila un análisis retrospectivo de este nacionalismo idiomático, hallamos la dificultad de definir cuáles serían las ventajas si aceptáramos tal tesitura. Porque como advierte el autor a quien seguimos en nuestra ponencia "si resulta legítima en la Argentina la creación de una lengua, cerca de veinte lenguas debían formarse en la América Española por análogo motivo y con igual derecho. Con lo que la revolución americana vendría a resultar con el tiempo lo menos favorable a América, mal que mal solidaria. Habríase hecho un conglomerado de naciones irreparablemente extrañas. Casi como cambiar un sistema planetario por un momento turbión de cometas errantes...
América, España, hoy
Los tiempos han cambiado muchos desde aquellas polémicas. El mundo globalizado y los medios de comunicación electrónicos, así como las nuevas autopistas informáticas permiten al hombre desde cualquier lugar donde se encuentre, tomar contacto con sus semejantes, en cualquier idioma, en forma inmediata. Internet fue la gran revolución que eliminó fronteras de la comunicación y el conocimiento. El mundo se achicó y hasta la Historia puede indagarse rápidamente en la pantalla de nuestra computadora. Ya no buscamos el patriotismo en nuestro idioma. Intentamos simplificar nuestros contactos lingüísticos y el idioma inglés aporta una eficaz manera de lograrlo. La tecnología exige conocer estas reglas y quien nos las comprende queda aislado del mundo y del futuro. Pero ello no significa rechazar el idioma natal, con sus vivencias, recuerdos, nostalgias, afectos y hasta luchas por la libertad. La voz de la madre, el himno patriótico, el canto sagrado o la canción de los amantes seguirá en el tiempo y el espacio de nuestra existencia,latiendo con cada pulsación, con cada nota musical...
Como bien afirma Capdevila en frase que nos conmueve: "Hoy por hoy, todo puede ser sojuzgado en un pueblo , menos su idioma". Claro ejemplo de esta aseveración la ofrecen, entre otras comunidades, los vascos,catalanes, puertorriqueños, irlandeses ,hispanos residentes en Estados Unidos de Norteamérica y en esta instancia bélica los ucranianos. Según estadísticas actuales los hispanoparlantes en EE-UU,superan el 20% de su población y son muchas las escuelas que tienen al español como segunda lengua a impartir en su currícula.
Capdevila no duda en señalar que "el idioma es un fenómeno espiritual lleno de sorpresas ; lo que suele cambiar con el tiempo no es la lengua sino el lenguaje; no es el idioma sino su timbre, si podemos hablar así".
Por su parte, Jorge Luis Borges, en sus inquisiciones sobre "El idioma de los argentinos", no llega a señalar otra cosa que una diferencia de tono entre el lenguaje familiar hablado porteño y el español. "No hemos variado el sentido intrinseco de las palabras, pero sí su connotación en lo que mira a las emociones".
De allí que con sus 61 años a cuesta -apagados los ardores hispanofóbicos- Alberdi debió reconocer que en España y América "el idioma será el mismo en el fondo" (Cambours Ocampo, Arturo "Lenguaje y Nación"). Y el propio Sarmiento, cuando ejerció la Presidencia de la Nación Argentina, dispuso que la enseñanza por profesores extranjeros debía corresponder a "españoles de la Península".
En 2004 , el Congreso de la Lengua española que tuvo lugar en la ciudad de Rosario, Argentina, presidido por los Reyes de España y enmarcado por el ardoroso fervor de cientos de escritores hispanoamericanos, confirmó las conclusiones de Alberdi y Sarmiento, luego de años de bizantinas discusiones entre los argentinos.
Porteñismos, lunfardos y otras yerbas
Probablemente haya pocos procesos tan dinámicos como el lenguaje tan proclives a abrevar de distintas fuentes, a veces enriqueciéndose, otras perdiendo su valiosa esencia.
Argentina, crisol de razas, puerta abierta las más diferentes etnias, fue siempre un aglutinante de costumbres, modas, lenguas y creencias. De esa extraña conjunción -descontando los regionalismo de un territorio enorme- surgieron palabras nuevas, creaciones insólitas provenientes de una Europa de post guerra o de códigos nacidos a la sombra de hábitos carcelarios: los del lunfardo porteño consagrados en el ritmo del tango.
Además, los medios de comunicación masivos, por buenas o malas razones, han caído siempre en la deformación del lenguaje en general, y de nuestro idioma en particular .La propaganda política también ha contribuído a su deterioro y la invasión del lenguaje soez o de connotaciones de sexo desorbitado han contribuído a la violencia del lenguaje cotidiano. Resulta extraño observar hoy en las pantallas televisivas ,a un político que no insulte o a un artista y hasta un periodista que no considere gracioso proferir alguna grosería u obscenidad.
Mas,son los jóvenes quienes expanden estas sombras sobre nuestro querido y rico idioma español, al utilizar el lenguaje de la drogadependencia.Las palabras son disparadas como proyectiles e impactan en los niños, que ya no reconocerán más lenguaje que el de la violencia.Ya nadie lee. Y quien no lee no sabrá escribir.Sumado a este panorama de ignorancia y paupérrimas expresiones idiomáticas, surgió la moda impuesta por un sector del Estado de "hablar en inclusivo", pretendido así incluir a supuestas minorías víctimas de discriminación por su elección sexual, en palabras que reemplazan la "a" y la "o" por la letra "e".Una situación forzada y ridícula, como si el crecimiento y enriquecimiento del lenguaje pudiera lograrse por decreto ,sin la lógica decantación que a través de los años hacen los pueblos.
Dialogar es cada vez más difícil para padres y maestros con sus hijos o alumnos. Estamos ,dolorosamente, contemplando la caída de nuestra educación , el colapso de nuestra cultura junto con la de nuestra economía. Pero Argentina no puede ni debe caer. Porque siempre fue un reservorio de la cultura de América Hispana y esa característica es la que le dio prestigio ante la Historia. Hemos tenido magníficos escritores, grandes periodistas, maestros de renombre, medios de comunicación reconocidos mundialmente... No debemos distraernos. Porque si seguimos luchando contra molinos de viento que nos colocan para tapar los verdaderos valores de nuestra cultura, habremos perdido la batalla final...
Resulta notable observar, que muchos jóvenes y no tan jóvenes prefieran lacerarse la piel con tatuajes, grafismos y palabras, antes que intentar escribir sobre un papel o una pantalla de computadora. Inclusive,a riesgo de no poder borrarlos en el futuro o arriesgarse a patologías severas a causa de esas tintas de extrañas procedencias.
Quien esto escribe, docente, periodista y escritora, es decir orfebre de las palabras, amante de los signos y devota del idioma español, teme que las nuevas generaciones dejen arrebatarse el idioma, por estúpidos populismos y vanas consignas.
Hemos seguido el pensamiento de Arturo Cappdevila, quien fuera un magnífico escritor y profesor de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, así como docente de la primera Escuela de Periodismo fundada por el Círculo de Periodismo de la Provincia de Buenos Aires, en la Cátedra de Periodismo Argentino entre 1820 y 1930. Con él queremos dejar flotando en este maravilloso cielo hispanoamericano, su magistral diagnóstico formulado hace 75 años, que esperamos que sea certero, por el bien de nuestra Patria:
"Desnuda verdad de nuestros días: no cuenta la América Española con otra unidad que la del idioma común. La unidad religiosa no tiene ninguna eficacia actual (ni existe), y en cuanto a la unidad del régimen político, muchos de sus pueblos han renegado del inmenso bien de la Democracia, ya que la dejaron ofender y profanar por menguados tiranuelos. No queda más que el idioma." Y asevera" con la poética certeza del patriota: "Por el idioma común puede volverse aún hermosamente solidario el destino de América".
Obras citadas:
CAPDEVILA, Arturo.- "Babel y el Castellano".- Ed. Losada S.A. Buenos Aires, 1945, 2da.edición.
BUSTOS, Elsa Cristina.- "La Pulsión de la Censura".-Ed.CID-Diario del Viajero.-Bs.As.,1994
CAMBOURS OCAMPO, Arturo.- "Lenguaje y Nación".-Ed-Marymar.-Bs.AS..1983
BORGES, Jorge Luis .- "El idioma de los Argentinos".- Bs.As.,1928 (Cit.por Cambours Ocampo)
HUMBOLDT,Guillermo de .-"Las lenguas del nuevo Continente" (1767-1835)- Art.periodístico Diario "El Día", de La Plata.
-Academia Argentina de Letras-"Diccionario del Habla de los Argentinos" -" La Nación" S.A.Espasa/ Calpe.-Grupo Editorial Planeta 2003-2004.
-Material periodístico de archivo profesional propio.
-Investigación de campo de la autora en Ecuador.-Curso de post grado del CIESPAL (Quito, 1973).- UNESCO